MUJERES TENÍAMOS QUE SER

Acabamos de decir adiós a otra Navidad atípica en la que, de nuevo, hemos tenido muchos menos abrazos de los que necesitábamos, pero en la que los roles de género han seguido reforzándose como cualquier otro año por las mismas fechas. Las costumbres navideñas son tan rígidas que ni esta sexta ola de la pandemia ha podido conseguir ponerles freno. Necesitamos reencontrarnos con la familia y las personas que más queremos; cantar y comer alrededor de una mesa, aunque sea sin quitarnos las mascarillas, para poder sentirnos en paz por un ratito y como si nada más importase. Tradiciones muy cuestionables, que en muchas ocasiones no cumplen con nuestras expectativas, pero que, inevitablemente, echamos en falta cuando no las tenemos.

La Navidad trae enmarañadas, es su festiva espuma, menús laboriosos que cocinar; hijos e hijas a quienes seguir cuidando incluso, ahora, cuando más necesitamos descansar; regalos personalizados que comprar y envolver bonitos; mesas por poner, servir y recoger; vajillas que siempre hay que fregar, secar y volver a colocar… Y es aquí, en esta lista interminable de tareas y responsabilidades donde los estereotipos de género arrasan e impactan de lleno sobre las mujeres. ¿Quién de nosotras no ha deseado alguna vez, frente a una cocina arrasada tras una de estas comidas o cenas, poder mover la nariz como hacía “La Embrujada” y ver a toda esa vajilla volar de nuevo reluciente para colocarse ella solita en su correspondiente armario? Pero no, por mucho que movamos nuestras narices, ahí siguen todos esos platos y copas sucias y ahí seguimos nosotras, mirándolas frustradas y pensando que, aunque para muchos aún seamos unas brujas pirujas, en realidad seguimos sin tener poder alguno ni magia para ser merecedoras del título. Por desgracia.

Según el CIS, el 60% de las mujeres españolas realizan siempre o casi siempre solas todas las labores domésticas y solo dos de cada diez hombres comparten en igualdad las labores diarias. Unas diferencias en el reparto de las tareas del hogar que se acentúan aún más durante las fiestas navideñas. En el estudio se puede observar cómo se refleja el estereotipo de mujer-cuidadora, siendo mayoritariamente nosotras las que realizamos las labores de hacer donativos (51,6% de mujeres vs. 41,2 de hombres) o poner el árbol y los adornos navideños (71,2% de mujeres vs. 65,2% de hombres). Sin embargo, en el otro lado de la balanza, los datos revelan que las actividades de ocio son disfrutadas mayoritariamente por los hombres: visitar a parientes o amigos que viven fuera (38,7% de hombres vs. 33% de mujeres), quedar con amigos o compañeros/as de trabajo o estudios (74,5% de hombres vs. 60,3% de mujeres), ir a alguna celebración o fiesta de fin de año (40,3% de hombres vs. 31% de mujeres) o viajar o salir algunos días por ocio (22,9% de hombres vs. 16,8% de mujeres).

Las estadísticas también demuestran que las mujeres seguimos siendo más prudentes que los hombres y hoy, recién terminadas las navidades y después de leer todos estos datos, lo confirmo. Quizás estaría bien hacer un ejercicio de autocrítica y echar una mirada a través de la perspectiva de género porque nos ayudaría a adquirir conciencia y nos permitiría ver, con mejor claridad, todas estas injusticias que siguen latentes en nuestros hogares derivadas de las tradiciones y del más arraigado machismo. Sería justo poder hablarlo con tranquilidad y sin peleas las próximas navidades en nuestras celebraciones familiares para intentar evidenciar, cambiar y reducir, en última instancia, el camino existente entre el rol masculino y el femenino tan marcado en la mayoría de las tareas de nuestras casas y no solo durante la Navidad. No será fácil hacerlo y, más aún, en una tierra como la nuestra en la que el discurso de la ultraderecha se ha instaurado hasta dentro del mismo Gobierno Regional, pero las mujeres nos lo merecemos porque por mucha prudencia que sigamos teniendo, ya va siendo hora de que nuestras abuelas, madres y tías dejen de ser las primeras o las únicas en levantarse de las mesas para recoger y de que puedan disfrutar como merecen de las navidades, el verano y del resto de las fiestas del año, como también de que lo hagamos todas las demás, las mujeres que trabajamos dentro y fuera de nuestros hogares pero que seguimos cargando con las mismas tradiciones impuestas a veces sin ni siquiera darnos cuenta. Nos toca empezar a ganarnos de verdad el título de brujas, aunque tenga que ser a fuerza de arruinar comidas y cenas navideñas con conversaciones incomodas para poder cambiar de una vez las cosas.                                                                                                                   

“Ignoramos nuestra verdadera estatura hasta que nos ponemos en pie”. Emily Dickinson.

Lara Hernández Abellán                                                                                                                                        

Diputada y Portavoz de Igualdad del Grupo Parlamentario Socialista.

Secretaria General del PSOE de Alcantarilla.